jueves, 25 de noviembre de 2010

Muertes no esperadas



Ella delicada y dulce
tez blanca, grandes ojuelos.

Él, un hombre pequeño
la sonrisa con hoyuelos.

Vivían en palacete
de cuatro paredes blancas.

Sus amigos lo ocuparon
cuando se fueron a Francia.

A ella se le murió el geranio
y a él, los crisantemos.

Bien tomados de la mano
los dos  vestidos de negro.

con sus lánguidas figuras
caminaron al  entierro.

Yo salí a su paso en vano
diciendo no hay nada eterno.

Ella por toda respuesta
se acomodó el negro velo.

Él me miró asombrado
y la abrazó con esmero.

Muy juntos y acongojados
se fueron por el sendero.

La tristeza iba enlutada
acompañando a los deudos.



Dea Bea  noviembre2010

4 comentarios:

Steki dijo...

Pero qué original tu poema! Si me los estoy imaginando...
Tanto tiempo, Bea! Te vi por ahí y me vine a saularte.
Te dejo un besote y que tengas un lindo finde!

Bea Candiani dijo...

Gracias una alegría encontrarte de nuevo por aquí!!!

teresa ternavasio dijo...

¡¡Me pareció tan dulce! y por supuesto muy bien escrito

Bea Candiani dijo...

Este poema apareció en un sueño, será por eso que es medio surrealista a pesar de su métrica antigua.